Como todo buen libro de ensayos misceláneo, Escritorio adquiere su cohesión en la diversidad. El ensayista coloca sobre su mesa de trabajo el amplísimo repertorio de temas de su interés y va tejiendo una argumentación que avanza de manera circular, mientras se organiza y se ejecuta “el espacio ceremonial de la escritura”.
Mas que artículos de ocasión o de crítica literaria, los fragmentos que integran este volumen son, como él mismo apuntó, “trazos de un pensamiento sobre la literatura”. El ensayista asume, en el espacio público, el rol de intelectual crítico, lector avezado capaz de descifrar los signos más oscuros del tiempo presente, y hace de la “ocasionalidad” de los textos (publicados previamente en diarios y revistas y ahora resignificados por una nueva mirada), el punto de partida para la unidad (en el sentido de movilidad armonizada) del libro. Escritorio es esa “apelación al futuro” que el fragmento ensayístico posee en estado latente: “Cada texto logrado o fallido es, de este modo, no sólo el producto de una peripecia personal, sino además, de la historia en que ésta se inscribe”.
—Víctor Barrera Enderle
Martín Cerda
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Martín Cerda (Antofagasta, 1930 - Punta Arenas, 1991). Se matriculó en la Universidad de La Sorbonne para estudiar derecho y filosofía. Cerda fue uno de los primeros escritores chilenos en estudiar a los intelectuales europeos de la década de 1950, adquiriendo con ello una erudición que lo posicionó como el único autor con la capacidad de difundir tales ideas en Chile, donde trabajó como columnista en distintos periódicos y revistas, como: Revista semanal PEC, el diario Las Últimas Noticias; suplemento del diario La Nación llamado "La Gaceta". Publicó La palabra quebrada: ensayo sobre el ensayo (Ediciones Universidad Valparaíso, 1982) y Escritorio (Galinost-Andante, 1987). En 1990, obtuvo la beca Fundación Andes para realizar tres investigación en la Universidad de Magallanes: Montaigne y el Nuevo Mundo; Crónicas de viajeros australes y una bibliografía completa de Roland Barthes. Para trabajar en ellas se trasladó a la ciudad de Punta Arenas, donde había descubierto una escena literaria fecunda y una activa vida académica. Sin embargo, a los pocos meses de haberse instalado, en agosto de 1990, la casa de huéspedes del Instituto de la Patagonia, donde estaba alojado, sufrió un incendio que destruyó casi por completo su biblioteca personal y sus manuscritos próximos a ser publicados. Esta catástrofe le asestó un duro golpe del cual nunca logró recuperarse. Luego de sufrir un paro cardíaco a fines de ese mismo año, debió ser sometido a una intervención quirúrgica que, en definitiva, no resistió. Muriendo el 12 de agosto de 1991.
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