Al nacer, nunca sabemos cuándo se ha de cumplir la promesa. Casi todo nos conduce a entender que la resignación es el camino aleccionador. Pero meditar frente a la existencia es una necesidad del hombre. Hay un signo de humanidad en la duda, en las preguntas. Erwin Limón es un poeta como venido del Antiguo Testamento: sobrio, temeroso, discreto. De camino a la prudencia, medita en los elementos como el mar, la tierra, las malvas que le sirven para paliar las heridas. Polifémico, distingue en la existencia un sueño del que habrá de despertar para caer en otro. Hinchado de ternura, sabe que pedir “pon dos besos en mis ojos”, es un llamado a la complicidad. Estos pasos tras de mí presenta, en tres estancias, un poemario que es al mismo tiempo una pregunta y una petición. Transita desde un ritmo salmódico, de voz grave, casi sacado del Sirácides, hacia el tono medio, susurrante, como el de Salomón delineando el Cantar de los Cantares. Corteja el silencio a través del aforismo, esa lección aprendida y construida con breves versos colmados de sabiduría.
—Luis Felipe Pérez Sánchez